La señora Estela de Carlotto ha declarado que los
actos terroristas cometidos por las diferentes organizaciones subversivas que
asolaron nuestro país desde los ’60 hasta los ’80, fueron actos de violencia.
Debemos agradecer a esta señora que nos revelara un dato de la realidad histórica
que desconocíamos.
También nos ha revelado que las “abuelas” "…reivindicamos el valor
de una lucha, que sí la hubo armada . Aunque no estamos con la violencia,
esa violencia es la que tuvo San Martín y los héroes cuando tuvieron que
defender la patria. (Ellos, por los desaparecidos) defendieron a su manera, con
errores, virtudes y defectos. Nosotros no idealizamos, ponemos la conducta fiel
y total de cada uno, en el caso particular".
Una
vez más debemos agradecer a esta señora que por sus propias palabras haya
demostrado que es un ser tan abominable como la Sra. Hebe de Bonafini, de quién
siempre fue distinguida, no sin esfuerzo, pero con éxito.
Carlotto
fue, de alguna manera, la cara presentable y moderada de un reclamo legítimo
pero parcial, de un medio reclamo que, amparado en los derechos humanos calló
por conveniencia las atrocidades cometidas por la subversión terrorista a la
que pertenecieron gran parte de los desaparecidos por los gobiernos peronista
del 73/76 y del proceso militar de los años 76/83.
De
la misma manera que Hebe de Bonafini se quejaba de que se le había negado el
derecho de colgar en el Museo de la Memoria el fusil FAL con el que había
peleado su hijo guerrillero, a Carlotto la traicionaron las palabras al
comparar la violencia ejercida por los grupos subversivos, y por su hija
desaparecida –en quien represento a ese universo-, con la violencia ejercida por
el Gral. San Martín y nuestros granaderos durante la guerra de la
independencia.
La
desaparición de una persona por atroz que haya sido su delito o conducta es
aberrante y cuando esa desaparición es masiva y se constituye en una práctica
organizada desde el Estado como política represiva, además de violar los
derechos humanos más básicos, es un crimen de lesa humanidad cuya racionalidad
escapa a cualquier tipo de análisis. La naturaleza de esos crímenes no puede
quedar impune porque lo que peligra con su impunidad no es un valor jurídico
determinado, sino la existencia misma de concepto humanidad, la impunidad de
estas conductas nos reduce a la condición de animales.
Sin
embargo, yo le contesto a la Sra. Carlotto que está equivocada, su hija murió como
vivió, violentamente. Su hija no fue una adolescente idealista que quería cambiar
el mundo, su hija fue una persona que quiso cambiar el mundo mediante la violencia
y el terror. Sus asesinos no deben quedar impunes porque teniendo todas las
herramientas para juzgar al terrorismo y condenarlo conforme a derecho, fueron devorados
por el monstruo contra el que peleaban y optaron por el terror de Estado; sin
embargo, esa circunstancia no redime a su hija, ni a sus compañeros de ruta y
combate desaparecidos de la responsabilidad de sus actos terroristas.
Ellos
también deben ser juzgados, tarde o temprano, ahora o después y le puedo
asegurar que serán juzgados, lo sabemos porque hasta que ello no suceda no habrá
justicia verdadera. El NI OLVIDO NI PERDON, JUICIO Y CASTIGO es una ruta de
ida y vuelta que ambas partes deben transitar para que el país definitivamente
pueda superar sus fantasmas y seguir su camino.
Por
eso Sra. De Carlotto, la violencia ejercida por su hija mediante bombas,
atentados y secuestros extorsivos no tiene nada que ver con la ejercida por el
Gral. San Martín en la guerra de la independencia.
San
Martín nunca asesino niños, ni puso bombas, ni engaño para asesinar traicioneramente, siempre se
presento de frente al enemigo, por las reglas del arte de la guerra, con honor;
su hija y sus compañeros de ruta y combate, por el contrario, ejercieron su
violencia mediante el engaño, agazapados, traicioneramente, asesinaron niños,
secuestraron y torturaron, y desataron, le guste o no, la peor de la guerras
argentinas del siglo XX.