martes, 10 de julio de 2012

Obviedades y propiedad.



Releyendo un clásico de mi vida de estudiante, “El caso de los exploradores de Cavernas” de Lon L. Fuller, encontré un par de frases que me provocaron diferentes reflexiones que quiero compartir con ustedes.

La primera de ellas señala que determinadas circunstancias constituyen “…una verdad tan obvia y omnipresente que rara vez tenemos ocasión de expresarla en palabras” y el texto trae como ejemplo “…el aire que respiramos, está en nuestra circunstancia de manera tal que nos olvidamos que existe hasta que, de repente, nos vemos privados de ella”.
La primera reflexión que me vino a la cabeza es la cantidad de hechos o circunstancias de nuestra vida diaria que constituyen verdades que damos por sentadas y que de repente pueden modificarse arbitrariamente por voluntad de un tercero. Por ejemplo:
Salgo de mi casa con unos pesos porque el mes pasado me apreté el cinturón para poder ahorrar para las vacaciones, voy al banco donde tengo caja de ahorro porque allí me depositan el sueldo, pretendo comprar 200 dólares, para que la inflación no me robe uno de los 10 días que tengo en enero para ir a la playa y la cajera me dice, sin mirarme y rogando que no me ponga pesado, que la AFIP no permite comprar dólares estadounidenses para ahorrar. ya no importa si tengo capacidad financiera para la operación, ahora la prohiben.
Mi agudeza me lleva a decirle a la cajera que en realidad no son para ahorrar, o mejor dicho, si pero no, porque son para un viaje en las vacaciones, y sé que el gobierno federal me permite comprar dólares estadounidenses para viajar. Pero surge un nuevo problema, no tengo pasaje aéreo porque aún cuando tenía pensado ir a Brasil, lo iba a hacer en ómnibus y por lo tanto tampoco puedo comprar esos 200 dólares que vaya uno a saber que calamidad pueden producir en la economía nacional.
En este caso, la verdad que para mi era obvia era el derecho constitucional que yo tenía de disponer del uso y goce de mi propiedad sin necesidad de solicitar autorización al Estado para ello. Yo nunca elabore el concepto de uso y goce de la propiedad cuando decidí comprar los dólares o la moneda que fuere, para mí fue algo absolutamente normal pretender comprar esas divisas, el mismo acto de comercio que hubiera realizado si hubiera ido a comprar un kilo de pan. Recién tome consciencia de la limitación a la que me sometió arbitrariamente el Estado cuando caprichosamente se me prohibió realizar ese acto.
La segunda conclusión, pero no por ello menos importante, fue la cantidad de prohibiciones que deben existir y que como no son obvias a la totalidad de los habitantes de la Argentina, porque no las padecen, nos pasan inadvertidas, sin embargo como dice la canción, son como el sol, siempre están.
Fue entonces cuando recordé esa foto de un niño tucumano que me mandaron por Facebook, desnutrido, que me evocó a las fotos de los campos de concentración de la Alemania nazi, o los cartoneros, o los jubilados, o los pacientes de hospitales públicos, y allí me dí cuenta de que cuando un gobierno decide violar la Constitución, no nos damos cuenta de que lo hace hasta que resulta tarde, porque lo advertimos cuando somos víctima de alguna de esas violaciones, cuando ya están en marcha.
Creo que deberíamos meditar que muchas violaciones pequeñas a los derechos de los habitantes constituyen una gran violación a los derechos de los habitantes, porque la vida esta hecha de pequeñas cosas o circunstancias y es el respeto por el cúmulo de esas pequeñas cosas o circunstancias lo que intentó proteger la Constitución Nacional de 1853/60 en el Preámbulo y en la Declaración de Derechos y Garantías.
No creo que deba modificarse la Constitución Nacional, quizás si comenzamos a respetarla alcance.

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